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Homilía en la Misa del Primer Domingo de Adviento, del Año de San José y de la Familia, y del XXV Encuentro del Pueblo de Dios

Saladas, 28 de noviembre de 2021

Hoy, primer Domingo de Adviento, empezamos a prepararnos para la Navidad. Navidad es Dios cercano, Dios con nosotros, Dios que confía en nosotros. En providencial coincidencia con esta preparación, hoy concluimos el camino que hicimos en nuestras comunidades hacia el Encuentro del Pueblo de Dios, como lo hacemos todos los años. Este año celebramos las bodas de plata del XXV Encuentro del Pueblo de Dios. Hoy estamos realizando ese encuentro jubilar en modalidad parroquial, para evitar grandes aglomeraciones. Desde aquí, nos unimos a todas las expresiones de encuentro que se fueron realizando durante esta jornada a lo largo y ancho de nuestra arquidiócesis.

Si Dios se hizo tan cercano a nosotros, cómo no vamos a expresar esa cercanía también nosotros con él y entre nosotros. Así lo fuimos viviendo durante la preparación a este encuentro, acompañados por la extraordinaria figura de San José, al que bien podríamos llamar el hombre cercano que supo cuidar el encuentro con María y con el Niño. No fueron pocos los problemas y peligros que tuvo que enfrentar y, sin embargo, jamás buscó salvarse solo, o preservar su prestigio, siempre puso en primer lugar a su esposa y a su hijo. Fue un hombre dócil a la Palabra de Dios y, al mismo tiempo, el hombre fuerte porque puso toda su confianza en Dios y no en sí mismo y en sus propios intereses.

Junto a San José, el hombre del cuidado y del encuentro, fuimos compartiendo durante estos meses nuestras experiencias y valoraciones sobre la familia a partir de esa espléndida carta Amoris laetitia del papa Francisco, que nos ayudó a comprender aún más la importancia fundamental que tiene la pareja humana, fundada en la íntima vida y amor conyugal entre un varón y una mujer, para el presente y el futuro de la familia humana. Por eso, con San José y en familia, a caminar juntos con alegría y esperanza, como nos sugiere el lema que eligieron para esta jornada. A este camino, se suma el Sínodo, inaugurado hace un mes por el papa Francisco, para el cual convocó a toda la Iglesia a profundizar en la comunión, participación y misión, para dar un testimonio más elocuente de ser una Iglesia sinodal, es decir de una verdadera familia que tiene por vocación y misión caminar juntos todos, fieles laicos, personas consagradas, diáconos, sacerdotes y obispos.

Como podemos ver, todo nos habla de encuentro y de misión: San José, la Familia, el Sínodo. Fuimos creados para encontrarnos y no para enfrentarnos. Nuestra vocación no es la de Caín que mató a su hermano, sino la de Jesús que rescató a todos. Sin embargo, es misteriosamente muy fuerte la tentación de dejarnos confundir pensando que, si nos deshacemos de los que nos molestan estaríamos a salvo de todos los obstáculos y, por fin, seríamos libres para hacer nuestra propia voluntad. Este santo tiempo de Adviento que hemos iniciado nos coloca en el punto justo para encaminar nuestra vida hacia el encuentro con Dios y con nuestros hermanos.

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos ilumina el camino del encuentro y, al mismo tiempo, nos advierte de los peligros que amenazan nuestra vocación de caminar juntos. En la primera lectura, el profeta Jeremías (cf. 33,14-16) anuncia que Dios cumplirá su promesa de cuidar a su Pueblo para que practique la justicia y haya paz, algo que todos anhelamos profundamente. El engaño en el que caemos una y otra vez es pretender salvarnos por nosotros mismos, como el grafiti que podemos leer en un edificio público de la ciudad de Corrientes: “El único que puede salvarte, eres tú mismo”. El tiempo de Adviento nos asegura que Dios viene como un aliado nuestro, solicitando nuestra colaboración, para salvarnos juntos. Por eso, la Iglesia convoca un sínodo cuya clave es precisamente aprender a “caminar juntos”.

En el Evangelio (cf. Lc 21,15-28.34-36), Jesús habla de los acontecimientos finales, sobre los cuales no da ninguna fecha, pero insiste en la importancia de estar atentos y no dejarse aturdir por los vicios como gente que ha perdido la esperanza. “Estén prevenidos y oren incesantemente” es la consigna de Jesús. La oración nos une a Dios, fortalece nuestra confianza y nos capacita para caminar juntos en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. La referencia final al juicio: “Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del Hombre”, nos llena de esperanza. El santo José es el hombre de la esperanza en el cumplimiento cotidiano y humilde de las responsabilidades que sostienen la unidad de la familia y un luminoso ejemplo para todos aquellos a quienes ha sido confiada alguna función para el bien común de todos.

Iniciemos el tiempo de preparación a la Navidad abriendo nuestro corazón a Dios y a su palabra que nos invita a estar atentos y a orar incesantemente. Preguntémonos cuál es la disposición interior que tenemos para no dilatar un solo día esta preparación. Dejemos que el Espíritu Santo hable en nuestro interior y escuchemos cuáles son sus indicaciones que me advierten dónde están mis adicciones, y pidámosle que nos libre de ellas y nos disponga para ser más serviciales y pacientes con las personas con la cuales convivimos diariamente y con aquellas con las que nos cruzamos en la calle, en el negocio o en el trabajo. Solo el amor paciente, abierto y dispuesto al diálogo y al encuentro con todos, es el que nos puede salvar. Jesús vino para mostrarnos el camino del encuentro; viene para acompañarnos a construirlo con nosotros; y vendrá para llevarlo a la plenitud del amor junto con toda la creación.

Que María, nuestra Tierna Madre de Itatí, Señora del Adviento, Madre de la Esperanza, reciba nuestros sueños, deseos y firmes intenciones de colocarnos a disposición para servir donde haga falta; que nos acompañe sobre todo cuando el dolor y la desesperanza nos desanime; y que nos alcance la gracia de su Divino Hijo Jesús para que seamos instrumentos de paz y de encuentro con todos. Damos gracias a Dios por el XXV Encuentro del Pueblo de Dios y nos encomendamos a San José para que nos cuide y nos enseñe a cuidarnos y a cuidar a los más frágiles. San José, ruega por nosotros; Tierna Madre de Itatí, ruega por nosotros. Amén.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 21-11-28 Homilía Encuentro del Pueblo de Dios, en formato de Word.