PRENSA > NOTICIAS

MONS. ANDRES STANOVNIK

Liturgia de la Pasión del Viernes Santo - Homilía

Corrientes, 15 de abril de 2022

Han cambiado tantas cosas, ya no es lo mismo que antes, se suele escuchar con frecuencia más bien a las personas mayores. Y es verdad, por ejemplo, es diferente el vínculo que hoy establecen los hijos con sus padres y de éstos con sus hijos; el ejercicio de la autoridad de los padres, de los maestros y, en general, de toda autoridad, ha cambiado porque se ha vuelto más horizontal, más dialogal, y, en ocasiones, también más caótica, pero ciertamente menos impositiva. ¿Estos cambios son buenos, mejoran a las personas y a las comunidades?

Tal vez los nostálgicos dirán que antes era mejor; los progresistas estarán encantados con los cambios; y algunos cautos dirán, bueno, hay que ver bien a dónde nos conducen estos cambios. Pero lo cierto es que los cambios obedecen a una dinámica propia de la vida que crece, porque si no se transforma se anquilosa y muere. Pero también es cierto que no cualquier cambio es bueno solo por el hecho de obedecer a una novedad. Hay que discernir lo que es bueno para la persona y la comunidad, de aquello que no lo es.

La comunidad cristiana está también sometida a las leyes del cambio, por eso hoy se pregunta cómo se hace para “caminar juntos”, “cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión”. No podemos repetir simplemente lo que siempre se hizo de una determinada manera. A esta altura de la reflexión y con razón, algunos se preguntarán qué tiene que ver esto con el Viernes Santo, día en el que recordamos la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Jesús, en el relato de la pasión que acabamos de escuchar, nos da la clave para discernir qué es bueno para el ser humano y qué es aquello que lo daña y no le permite “caminar juntos”. La clave es el amor, pero no cualquier amor, sino aquel amor que se distingue porque cree en el otro, no pierde la esperanza aun cuando no es correspondido, y se entrega a su servicio hasta el final. Así ama Dios, así lo reveló en su Hijo Jesús que se entregó a la muerte por amor a nosotros y para cumplir la voluntad amorosa de su Padre. Por ese amor y para amar de ese modo fuimos creados.

Al finalizar esta celebración, la Iglesia entra en el silencio sagrado del Sábado Santo. Un silencio que invita al recogimiento y a la contemplación para dejarnos sorprender por el amor de Dios, alabarlo por su infinita grandeza, y suplicarle que nos dé la gracia de vivirlo en lo cotidiano de nuestra vida. El cambio que realmente transforma es el que está motivado por el amor, ese amor que no se busca a sí mismo, sino que atiende siempre al bien del otro. La cruz, en la que murió Jesús por amor, es la clave que nos abre las puertas de la mente y del corazón para caminar juntos y tener la certeza de que no caminamos en vano.

En la Cruz de los Milagros, hace más de cuatro siglos, contemplamos el misterio del amor de Dios. Y también, hace más de cuatro siglos, Nuestra Tierna Madre de Itatí, nos señala a su Hijo Jesús, mientras le pedimos que nos conceda un gran amor hacia Él. Que ese amor nos enseñe a caminar juntos y a ser misioneros de que es posible hacerlo gracias a Dios. Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-04-15 Homilía Viernes Santo, en formato de Word.