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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la Misa de los Peregrinos de la Sociedad de la Virgen del Rosario

Itatí, 8 de septiembre de 2022

Queridos peregrinos y peregrinas, felicitaciones por cumplir 88 años de peregrinación para llegar a los pies de la Virgen y celebrar su cumpleaños. Me alegro con ustedes y renuevo también mi compromiso cristiano con el lema que inspiró esta peregrinación: “Caminemos junto a María del Rosario en Comunión y Misión”.

Hace 88 años, corría el año 1935, la revista el Mensajero de Nuestra Señora de Itatí, registraba la primera Peregrinación dirigida por el joven sacerdote, Pbro. Isidro Blanco Vega, y luego en una crónica se menciona que unos cien peregrinos trajeron en andas a la Virgen del Rosario, impresionando el hecho de haberse acercado todos a la mesa eucarística. La mencionada crónica concluye con esta hermosa frase: “Digno de aplauso es el joven sacerdote Blanco Vega, tan celoso y atento con sus peregrinos”.

Nos hace mucho bien recordar los comienzos de nuestra peregrinación, porque como les sucede a los enamorados, que vuelven siempre que pueden al lugar donde se declararon el amor, también a nosotros nos hace mucho bien hacer buena memoria para renovar el entusiasmo de nuestra cristiana y retomar los compromisos que ella nos exige. Y ahora vayamos a la Palabra de Dios que acabamos de proclamar, porque son el alimento indispensable para el peregrino y la luz que lo ilumina para no perderse en el camino de la vida.

¡Qué hermosas y consoladoras son las palabras del profeta Miqueas (cf. Miq 5,1-4)! Las hemos escuchado en la primera lectura y datan de varios siglos antes del nacimiento de Jesús. El profeta anuncia que su llegada traerá consigo la paz, con estas palabras: “Ellos habitarán tranquilo, porque Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!”. Y hoy las recibimos nosotros como una invitación a recibir a su Divino Hijo Jesús, el mejor regalo que la Virgen, su Madre, desea entregarnos al culminar nuestra peregrinación.

Qué bien nos hacen las palabras que san Pablo escribió a los cristianos de Roma (cf. 8,29-30), recordándoles que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman”. ¿Acaso nosotros no sentimos que son verdad esas palabras por la gracia que tuvimos de realizar esta peregrinación? ¿Acaso no nos toca con mucha fuerza el hecho de que estemos llamados a reproducir en nuestras vidas la imagen de Jesús? ¡Qué bello y profundo es el mensaje que nos llevamos de esta peregrinación!

En el Evangelio de hoy (cf. Mt 1,18-23) se destaca la figura de José, con quien María estaba comprometida. No hay elogio más grande que pueda decirse de un hombre: José era un hombre justo, que amaba a María. Un hombre justo era, además de ser bueno, trabajador y de un trato exquisito con todos, un hombre atento a lo que Dios quería de él. Por eso confió en la inspiración que le entregó en sueños el Ángel del Señor. No hizo lo que a él le parecía correcto, sino lo que Dios le pedía y no dudó en obedecer.

El peregrino de la Virgen es un hombre, una mujer, que se pone en camino para encontrarse con Jesús y apuntalar su amistad con Él y dispuesto a vivir como Dios manda. Cree en Dios y confía en su Palabra, a ejemplo de Aquella de quien se pone a sus pies. Por eso se dirige a Ella, no solo una vez al año, sino todos los días. Es alguien que ora, medita la Palabra de Dios, participa de la Santa Misa, sobre todo los domingos, y se confiesa y comulga como lo recomendó vivamente el P. Isidro Blanco Vega, el Paí Blanco, además del rezo diario del Santo Rosario, sabiendo que esta devoción es el evangelio de los humildes.

Por último, la gracia que tuvimos de poder peregrinar una vez más nos compromete a seguir siendo peregrinos en la vida cotidiana. Así como hemos peregrinado juntos, ayudándonos unos a otros, colaborando en los diversos servicios que comporta la preparación y el desarrollo de la peregrinación, así también debemos disponernos para caminar juntos en el matrimonio y la familia, con los familiares y vecinos, con los compañeros de trabajo, con todos los que Dios coloca a nuestro lado, siendo con ellos amables y atentos siempre al que la está pasando mal. El peregrino es un hombre que busca el encuentro, colabora en solucionar conflictos, es pacífico y busca la paz.

¡Dichosos nosotros que tuvimos la gracia de peregrinar! Nos encomendamos a Nuestra Señora del Rosario y le suplicamos que mire con ojos de bondad a nuestra Patria, nos enseñe a caminar juntos, nos proteja de los enfrentamientos inútiles y nos dé un corazón humilde y prudente, celoso de la justicia y amante de la verdad. Y le pedimos que cuide a todos los peregrinos para que lleguen sanos y salvos a sus hogares. Tierna Madre de Itatí, ruega por nosotros. Amén.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes