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Corrientes, Caá Catí, 16 de octubre de 2023
El Encuentro del Pueblo de Dios, que estamos celebrando, es el número veintisiete de esta serie de encuentros diocesanos. Hoy recordamos agradecidos a Mons. Fortunato Antonio Rossi por haber iniciado estos encuentros en el año 1989, hace 34 años. El primero se realizó en Concepción del Yaguareté Corá, con el lema “Estamos llamados a continuar la tarea de los primeros evangelizadores”. Luego continuaron otros: en Caá Catí, San Luis del Palmar, Mburucuyá, San Roque, San Cosme, en la Escuela Manso, San Miguel, Bella Vista, Santa Ana, Berón de Astrada, Itatí, Saladas, en el Hogar Escuela, Empedrado, en el Colegio Pío XI. En el año de la pandemia lo hemos celebrado en modalidad parroquial y, en alguno de esos lugares que hemos nombrado, se realizó más de una vez.
Hoy también nosotros podemos decir como hace 34 años: “estamos llamados a continuar la tarea de nuestros evangelizadores”. Ellos anunciaron la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado, vivo, presente, y actuando por medio de su Espíritu en el corazón de los creyentes. Es el Espíritu quien realiza el en ellos el milagro de la unidad y los hace Pueblo de Dios, peregrino hacia la casa del Padre. Nosotros hoy, acogiendo el llamado que nos hace la Iglesia de ser un lugar de acogida y de misión, un lugar de todos y para todos, nos preguntamos de nuevo cómo podemos ser una Iglesia sinodal que escucha, discierne y misiona.
Este Encuentro del Pueblo de Dios quiere ser también un momento importante en el camino, que estamos haciendo juntos hacia la II Asamblea Diocesana, la cual, Dios mediante, celebraremos en el curso del próximo año. Recordemos los pasos que ya dimos preparándonos para esa Asamblea: empezamos en Itatí, al iniciar el Año pastoral. Luego, una Comisión preparatoria, constituida para ese fin, nos propuso el lema: “Iglesia sinodal: ¡escucha, discierne, misiona!”, y nos entregó una interesante tarea que hemos realizado en las parroquias, movimientos y comunidades educativas. Esa reflexión se llevó luego a los decanatos para que, mediante una conversación abierta al Espíritu Santo, vaya tomando cuerpo la palabra que va a orientar el intercambio y las propuestas pastorales, que se van a elaborar en la II Asamblea diocesana.
Así como Dios habla al corazón de cada uno, también lo hace a todos juntos cuando nos reunimos en asamblea como ahora. Su palabra es siempre una caricia al alma, un gesto de amor, pero que al mismo tiempo pide una respuesta. Para ello es necesario estar atentos, escuchar y responder. Y la respuesta a Dios exige conversión, como lo hicieron los habitantes de Nínive al oír el llamado de Jonás a cambiar de vida. Jesús, en el Evangelio de hoy (cf. Lc 11,29-32) retoma ese acontecimiento del pasado para hacer una fuerte advertencia a sus oyentes. En efecto, Jesús, al recordar ese acontecimiento, fue contundente: “Aquí hay uno que es más que Jonás; aquí hay uno que es más que Salomón”. Y ese uno más es Él mismo. Jesús es esa caricia al alma, pero esa caricia nos pide una respuesta. Esa respuesta la explica S. Pablo en la Carta a los Romanos (cf. Rm 1,1-7) que escuchamos en la segunda lectura. Allí lo primero que nos dice es que hemos sido llamados por Jesucristo, amados por Dios para ser santos. Y, a continuación, aclara que las señales de esa santidad son la apertura del oído y el corazón para escuchar; la disposición del ánimo interior para discernir lo que es de Dios de lo que no lo es; y el ardor y la valentía de vivir y anunciar la Buena Noticia de Jesús.
Una comunidad que se reconoce unida en el nombre de Jesús, que se siente amada por Él, corre a contarles a otros que es maravilloso caminar juntos, que la presencia de Jesús abre espacios, ensancha la tienda, hace que haya lugar para todos. Pero también está la contracara de aquel o aquellos que se cierran, que se apropian del lugar y no dejan entrar a otros, que están aferrados al oficio, que descalifican a los demás porque son demasiado jóvenes, porque no tienen experiencia, y quien sabe por qué otras razones más. Jesús, el que tiene palabras que acarician el alma, también es muy fuerte cuando trata de generación malvada a ese corazón humano que se cierra y endurece. En cambio, nosotros estamos aquí porque queremos ser una Iglesia sinodal que escucha la palabra que el Espíritu del Señor tiene para decirnos hoy a nosotros, y discernirla prestando un oído atento especialmente a los jóvenes, para que nuestras celebraciones sean más vivas, más alegres, y más dinamizadoras para la misión.
Pongamos en las tiernas manos de María de Itatí la vida de nuestras comunidades y la preparación de la II Asamblea diocesana, junto con nuestros niños, adolescentes y jóvenes, a nuestros enfermos y ancianos. Sintiéndonos profundamente agradecidos por haber sido amados por Dios, supliquemos la gracia de escuchar su voz, que nos llama a la conversión y disponernos a responderle de todo corazón. Amén.
†Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes