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MONS. ANDRES STANOVNIK

Apuntes para la homilía del Inicio del Ministerio parroquial

Parroquia María Auxiliadora, Bella Vista, 9 de septiembre de 2022

Nos hemos reunido esta tarde para celebrar la Eucaristía y en este contexto participar del Inicio del Ministerio parroquial del presbítero Jorge C. Ojeda. La Palabra de Dios que acabamos de proclamar nos brinda luces para recordar cuál es la primera misión del sacerdote que asume el servicio de animar, acompañar y guiar a una comunidad.

En la primera lectura (cf. 1Cor 9,16-19.22b-27), el Apóstol san Pablo confiesa que anunciar el Evangelio es para él una necesidad imperiosa. Es consciente de que no realiza esa tarea por iniciativa propia, sino porque se le ha confiado una misión y está dispuesto a llevarla a cabo por amor a la Buena Noticia de Jesús. Luego, en la lectura del Evangelio (cf. Lc 6,30-42) escuchamos varias sentencias que dirige Jesús a sus discípulos. En ellas les advierte que no juzguen, no condenen, perdonen, sean generosos, den testimonio con su manera de vivir de aquello que predican. Nuestra conducta tiene que ser coherente para ser creíble. Pero esa coherencia es un don de Dios y se construye en amistad con él. Él nos da la fuerza para que nuestras palabras y nuestras acciones coincidan.

También para el sacerdote, que tiene a su cuidado la atención pastoral de la comunidad, la predicación de la Palabra de Dios es su primera misión, junto con la administración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Confesión. Se esforzará en llevar a cabo esta misión en el espíritu sinodal, como nos lo pide hoy la Iglesia. Es decir, él será el primero que procurará que en la comunidad participen activamente todos en las actividades y compromisos. Para ello, el párroco se empeñará especialmente en cultivar la unidad y la comunión, de tal manera que todos se sientan acogidos y cada uno encuentre su lugar desde donde prestar su colaboración.

Como una familia, o cualquier grupo humano que pretenda llevar adelante un proyecto común, la unidad es el soporte esencial para superar crisis y fortalecerse en la comunión y la misión. La verdadera unidad, es siempre misionera, es decir, está abierta y desea que todos gocen de los beneficios de la comunión y la unidad. La comunión y la misión tendrá que seguir consolidándose en la apertura y el encuentro con las comunidades parroquiales del decanato y de la diócesis.

Hoy, a toda persona que se le confía la responsabilidad de animar una comunidad, tiene que estar dispuesta, ante todo, a escuchar y a aprender. Este principio vale tanto para aquel que asume una función de gobierno en la sociedad civil, como en una comunidad religiosa. La comunidad tiene su identidad y su historia, que la convierte, en cierto modo, en “maestra” del párroco, a la que tendrá que conocer y también darse a conocer. La paciencia es la clave del amor que va forjando el encuentro y entusiasmando la misión.

Por eso, el párroco tendrá que tener siempre dispuesto el oído para escuchar a su gente, especialmente a los que colaboran con él en el consejo de pastoral y el consejo de asuntos económicos, con la misma disposición interior que tendrá para prestar oído a la Palabra de Dios y discernirla luego con sus hermanos y hermanas, para poder luego predicarla, no con la autoridad que viene de él, sino porque se le ha confiado una misión, como lo escuchamos en boca de san Pablo en la primera lectura. Como hombre de Dios y consagrado a la comunidad, es vital que el sacerdote, cultive una profunda amistad con Jesús. Esa amistad hará de él un hombre de la misericordia y la compasión, en el que todo aquel que se le acerque encuentre en él una palabra de consuelo y de esperanza. Con ese espíritu, los privilegiados para el párroco y para esta comunidad parroquial serán los pobres, las personas vulnerables, los pecadores y los que están alejados de Dios.

Concluyo agradeciendo a Dios los años de servicio que brindó aquí el P. Héctor Amarilla en esta parroquia, mientras encomendamos al P. Jorge C. Ojeda y a toda la comunidad parroquial al amoroso cuidado de María Auxiliadora. Amén.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 


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