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MONSEÑOR STANOVNIK

HOMILÍA PARA EL TE DEUM DEL 9 DE JULIO

Nos hemos reunido esta mañana para dar gracias a Dios por el don de la Independencia de nuestra Patria. Este año, la conmemoración cívica coincide providencialmente con la fiesta de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. María de Nazaret fue la mujer que Dios eligió para establecer una alianza indestructible con la nuestra condición humana. Ella es el camino más corto para comunicarse con Dios, tal como lo expresa la sabiduría de miles y miles de peregrinos que hoy se acercan al Santuario, para agradecer a Dios los dones recibidos y para suplicar que no los abandone en la adversidad. Saber agradecer, y también aprender a pedir, no son conductas pasivas. Al contario, bien comprendidas incrementan el vínculo con Dios y comprometen a una actitud de solidaria reciprocidad con el prójimo.

 En el vínculo con Dios experimentamos que un don recibido no es consecuencia de una actitud pasiva en el destinatario. Por el contrario, el destinatario descubre inmediatamente que, en ese intercambio, Dios actúa invitando libremente a colaborar con Él para hacer que ese don sea fecundo. Son dos actores que entran en juego: Dios y el hombre. Cuando ambos se encuentran, generan una independencia creativa y, al mismo tiempo, una nueva, saludable y necesaria dependencia. No es un juego de palabras, sino una realidad humana de las más hondas a las que podemos acceder los seres humanos. El Dios de Jesús revela su poder creando lazos siempre superadores, ya se trate de la liberación de una dependencia servil, o de una independencia aislacionista.

Veamos cómo concluye la enseñanza de Jesús sobre el poder en el Evangelio (Lc 22, 24-27) que acabamos de escuchar, para comprender en qué conductas deriva el poder del Amor de Dios. Jesús se pregunta: ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve?, y se responde con una pregunta obvia ¿No es acaso el que está a la mesa?, recibiendo seguramente el asentimiento unánime de sus discípulos. Pero Jesús coloca inmediatamente la paradoja: “Y, sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve”. En esta paradoja cristiana está la verdad más grande del ser humano. Cuanto más grande y poderoso, más debe brillar en él la humildad y el servicio.

Jesús no transmite apenas una enseñanza para que nos sirva de estrategia en el ejercicio del poder. Se trata de un estilo de vida que debe atravesar todos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, es decir, un estilo que compromete a la persona entera, su vida pública y su vida privada. ¡Dichoso el dirigente que adquiere ese conocimiento! ¡Y bienaventurado el pueblo cuyos gobernantes alcanzan esa sabiduría!

El 25 de mayo de 1810, gritamos libertad. El 9 de julio de 1816, declaramos ser independientes. Libres e independientes, no para aislarnos, sino para compartir lo que somos y tenemos con los demás pueblos, en un intercambio que favorezca el ejercicio de la libertad y la independencia para unos y para otros. Libres e independientes no para aislarnos y menos aún para colonizar a otros, sino para estrechar lazos de hermandad y de progreso para todos. Pero esa libertad e independencia es necesario construirlas empezando siempre por nosotros mismos, en nuestras instituciones y en todos los espacios de la convivencia ciudadana. No podríamos relacionarnos libres e independientes con otros pueblos, si no logramos ser libres e independientes entre nosotros mismos.

¿Cuáles son los síntomas que revelan deficiencias en el ejercicio de la libertad y de la independencia en una persona o en un grupo humano? La sintomatología que podemos señalar de esas deficiencias vale tanto para un individuo como para cualquier grupo de personas que se constituyen en un cuerpo social, político o religioso. La tentación de clausurarse en sí mismos, con la convicción de poseer toda la verdad, conduce a la falta de escucha, a la negación del diálogo, y pone de manifiesto la incapacidad para establecer consensos y de mantenerlos en el tiempo. Las consecuencias de ese modo de proceder son sumamente dañinas tanto para los individuos como para el cuerpo social. “Escuchar y dialogar van de la mano, cuando esas manos se sueltan, deja de ser escucha y diálogo, y se convierte en un monólogo. Cuando esto sucede, en lugar de abrirse un nuevo espacio para el encuentro, se abre un abismo, en el que todos perdemos, y los que más sufren son siempre los más vulnerables e indefensos”.

Podríamos preguntarnos ahora cuáles son los síntomas que revelan un buen ejercicio de la libertad y de la independencia, que permitan establecer relaciones virtuosas entre los individuos y en las instituciones. La apertura hacia el otro es de capital importancia, ya se trate de una persona o de un colectivo humano, que se ejercita mediante el diálogo, la escucha activa y el intercambio creativo; es capaz de integrar las diferencias; y se muestra sensible, comprensivo y paciente, con aquellos que persisten en mantenerse al margen, cautivos de sus ideologías.

Nuestra convicción sobre la urgente necesidad de aprender a escuchar nos viene de Dios, a cuya imagen y semejanza fuimos creados. Nuestro Dios es un Dios que escucha el clamor de su pueblo. Dios continúa eligiendo a hombres y mujeres para que escuchen y cuiden a su pueblo. No hay que olvidar que la vocación y misión de la mujer y del varón, que se sienten llamados a trabajar por el bien común, hunden sus raíces hasta la dimensión religiosa de sus existencias. Desconocerla o negarla atenta contra la integridad de la persona, de las raíces que le dieron alas a su cultura cristiana y, por consiguiente, a la identidad y misión de su gente.

Te Deum significa “A ti, oh Dios”. Son las primeras palabras de un antiguo canto de alabanza: “A ti, oh Dios te alabamos y te bendecimos”. Que estas palabras salgan desde lo más profundo de nuestro corazón como gratitud a Dios por el don de la libertad y la independencia, y también como oración humilde para que Él nos otorgue la gracia de corresponder generosamente en la noble tarea de ser más libres y más independientes, para crear lazos duraderos y hondos de fraternidad entre nosotros y con los demás pueblos hermanos. Es lo que hoy nos deseamos de corazón unos a otros y juntos a nuestras autoridades provinciales y nacionales, encomendándonos todos a nuestra Tierna Madre de Itatí.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como Homilía Te Deum del 9 de Julio, en formato PDF


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