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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la Misa de la fiesta de la Virgen de Itatí

Itatí, 9 de julio de 2023

El hermoso poema “Peregrino de la Esperanza” interpreta maravillosamente las honduras del alma del peregrino que camina hacia santuario. En uno de sus versos dice así: “con el alma y los pies sangrantes, a tu casa voy”. Me gustaría compartir con ustedes algunos ecos que me vienen de ese verso. Lo primero que me nace es pensar que ese peregrino “con el alma y los pies sangrantes” tiene esperanza y por eso camina a pesar de todas las adversidades. Lo otro que me viene es pensar que ese peregrino persevera en su andar porque sabe hacia dónde va: “a tu casa voy”.

También la Virgen Madre fue peregrina, embarazada de su Hijo Jesús, al encuentro de su prima Isabel. El Evangelio que escuchamos (Lc, 1,39-47), destaca que Ella fue sin demora, porque el Espíritu Santo no es un espíritu de prórrogas y dilaciones, cuando el objetivo es claro, se deja conducir por Él resueltamente. Cuando sabemos hacia dónde tenemos que ir, parece que no importaran “el alma y los pies sangrantes”. Y ahora me pregunto ¿de dónde nos viene ese deseo de darnos totalmente y que expresamos de un modo simbólico en los pies sangrantes? Y ¿por qué ese “a tu casa voy” ejerce una atracción tan poderosa que no haya obstáculo que le impida avanzar en la peregrinación?

Digamos de entrada que el alma y los pies sangrantes representan el camino, y la casa la meta hacia donde se dirige el peregrino. Es obvio que el peregrino al que nos estamos refiriendo es un hombre creyente, que lleva en su corazón la experiencia del amor de Dios. Es un peregrino del amor, se siente amado por Dios, por eso lo busca y anhela fervientemente conocerlo más y encontrarse con Él. Entonces, ese peregrino, amado por Dios, intuye dos cosas: una, que su destino es Dios, y que no hay otro que pueda proporcionarle la verdadera casa, el lugar donde sentirse seguro, amado y feliz; y la otra cosa que percibe es que, para realizar ese camino, hay que estar dispuesto a sacrificarse.

Ahora bien, eso que experimenta el peregrino creyente, le viene de Dios mismo. Él vino a nosotros para mostrarnos con sus palabras y sus gestos que, para caminar hacia Dios, es necesario contar con el alma los pies sangrantes, es más, en ellos hay una prueba de que el peregrino va en la dirección correcta. Jesús, el Hijo de Dios e Hijo de María, hizo ese camino para mostrarnos cuál es el atajo que nos lleva Dios, siempre junto con otros y jamás aislados unos de otros. En la cruz de Jesús están los pies sangrantes del peregrino, en esa cruz el corazón del peregrino siente el alivio de los dolores, que es necesario padecer para no caminar en la dirección contraria a Dios y a los hermanos. Ahora se entiende mejor la invitación que le hace Jesús a sus discípulos y discípulas: “El que quiera seguirme, que tome su cruz cada día y se venga conmigo”.

Podemos preguntarnos ahora dónde está la Virgen Madre y cómo vivió ella su vocación de peregrina. El Evangelio de hoy la presenta como la mujer siempre dispuesta a ser conducida por el Espíritu Santo. Ella vivía unida estrechamente a su Hijo, confiaba en Dios, convencida de que por ese camino la conducía a su casa. Así lo vivió desde la Anunciación del Ángel; en la visita a su prima Isabel; en la angustiosa huida a Egipto con su Hijo y sostenida por la mano compañera de José, su esposo; durante toda la vida de Jesús hasta llegar al pie de la cruz. Por su obediencia y fidelidad de peregrina, se convirtió en casa para Jesús y casa para nosotros, hermanos y discípulos de Jesús.

Pongamos nuestra mirada en Jesús y en María su madre y nuestra madre, para renovar nuestro amor y esperanza de peregrinos, y aprender de ellos cómo se hace para caminar juntos, y abrir espacios nuevos para que nadie quede al margen o afuera de la peregrinación. El alma y los pies sangrantes de Jesús y el corazón sangrante de la Virgen Madre son la hoja de ruta, para que nuestra relación con Dios tenga hondura filial y amorosa. Fieles a esa hoja de ruta, queremos renovar la fe y el amor a nuestra Tierna Madre de Itatí, porque sabemos que Ella nos llevará de la mano hacia el encuentro con su Divino Hijo Jesús, con quien peregrinamos hacia la plenitud y la felicidad que Dios nos promete, y se cumpla así el deseo de “a tu casa voy”.

Pero también estamos aquí para que, una vez purificada nuestra mirada por la fe y recuperada la meta hacia donde peregrinamos, los peregrinos de la Virgen se destaquen en la sociedad porque los esposos se quieren, se respetan y se preocupan por sus hijos; porque son buenos compañeros y compañeras en el trabajo; porque se esfuerzan por perdonar de corazón y siempre están disponibles para el diálogo, la cercanía y la ayuda al que más lo necesita; si están en la función pública, son responsables de administrar el bien común de tal modo que todos tengan acceso a vivir dignamente, y sean atendidas sin dilaciones ni prórrogas las personas y los grupos más vulnerables de la sociedad.

Querida Virgencita, hemos llegado hasta tu casa con el alma y los pies sangrantes, dichosos de recibir tu bendición. No nos desampares en el peregrinar cotidiano, sobre todo en los momentos más difíciles. ¡Tierna Madre de Itatí! Ruega por nosotros.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes


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