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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la Misa de institución de Acólito y Lector, 50° de la Escuela “María de Nazareth” y bendición de alianzas de consagración

Corrientes, Catedral, 7 de diciembre de 2023

Nos hemos reunido alrededor de la Mesa del Altar para celebrar con toda la Iglesia las vísperas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. En este contexto, vamos a instituir los Ministerios del Acolitado al seminarista Jesús Luna, y el Lectorado a Sebastián Ramírez. A esto se suma el quincuagésimo aniversario de la Escuela Profesional “María de Nazareth”, oficializada en el año 1973, en la que muchas generaciones pudieron desarrollar sus talentos en diversos oficios y formarse como personas con valores humanos y cristianos. También vamos a bendecir la alianza de consagración de Griselda González, que transita su vida en el Orden de las Vírgenes.

El sentimiento que nos embarga en esta gran fiesta de la Virgen y en los acontecimientos que hemos mencionado, es la gratitud. Estamos contentos y alegres por todo ello. Recordemos que la gratitud es el sentimiento más profundo que sentimos delante de Dios que nos ama. El Acólito y el Lector devuelven agradecidos a la comunidad los talentos que Dios les dio. La Escuela Profesional, comparte con los alumnos también las capacidades que reconocen como don de Dios. La alianza que bendecimos es una señal de gratitud a Dios por el amor que Él derrama en aquel que elige para ser su testigo.

Vayamos ahora a la Palabra de Dios, porque ella nos da luz para comprender mejor el sentido de los acontecimientos que unimos a esta celebración. En la primera lectura del libro del Génesis, un texto que tiene al menos unos cuatro milenios de historia, nos habla del drama de la condición humana, representado en Adán y Eva, creados por amor y para amar. Pero ellos no supieron ser agradecidos y prefirieron construir su vida de acuerdo con sus propios gustos. La persona que no es capaz de agradecer y vivir para los demás con aquello que ha recibido, pierde la alegría de vivir y busca solo satisfacer sus propios intereses. Sin embargo, Dios que posee un corazón de padre y entrañas de madre, no abandona a sus criaturas y continúa buscándolas para convencerlas de su insensatez y mostrarles el camino de la vida y de la felicidad.

En la lectura del Evangelio, también escuchamos el diálogo entre el Ángel del Señor y una jovencita que la llamaban María y era del pueblo de Nazareth. El diálogo entre ellos es sereno y abierto, pero no fácil. Esa joven tenía un hermoso proyecto con su prometido José. El Ángel se lo desbarata con la propuesta que le anuncia de parte de Dios, propuesta difícil de entender y aún más de aceptar. Ante esa propuesta, María manifiesta su asombro y perplejidad. No cabe en su razón que le pidan un proyecto incomprensible. Sin embargo, ella, habituada a la presencia de Dios y familiarizada con su Palabra desde pequeña, no se cierra a ella, no se empeña en defender los sueños que compartía con José de formar una familia y tener hijos, sino que asume el misterio que el Ángel le propone de ser Madre de Dios. Ella no actúa como Adán y Eva. En un acto de amor obedece y responde: “Aquí está la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho”. María le cree a Dios. Por eso ella es la nueva creación, la criatura humana curada de raíz que, por su obediencia a Dios, dio lugar a que en medio de nosotros esté Jesús, el Hombre Nuevo.

La Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María es un misterio fascinante que podía ocurrírsele solo a Dios. Ella, concebida sin pecado, protegida por el Amor de Dios de la desobediencia, es para nosotros una noticia que nos llena de esperanza, de felicidad y de rumbo en la vida. En medio de tanto desconcierto y confusión, que los hubo siempre más o menos intensos, Dios no abandona la obra que salió de sus manos, a pesar de la falta de respuesta que los hombres y mujeres le damos a su constante amor y preocupación por nosotros. Él siempre nos da señales de esperanza como los que traemos a esta celebración.

El Acólito pone su vida al servicio de la comunidad, ayudando a los presbíteros y a los diáconos en el ejercicio de su ministerio y se les confía, como ministros extraordinarios distribuir la sagrada Comunión a los fieles y llevarla también a los enfermos. Por su parte, el Lector está al servicio de la Palabra de Dios, anunciando la Buena Noticia de la Salvación. El jubileo escolar tiene la providencial ocasión de recrear su identidad y su misión, que consiste no solo en transmitir contenidos, desarrollar capacidades o realizar actividades, sino también de formar personas con valores, descubriendo los dones y talentos que cada uno trae, para seguir construyendo seres humanos que potencien la sencillez, la humildad y por sobre todo el Amor, bajo el amparo de la hermosa advocación de María de Nazareth.

Aprovechemos el tiempo de Adviento para volver a creer en el amor, renovar la confianza, ofrecer el perdón, estrechar los vínculos especialmente donde vemos que se han debilitado: con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, con los más pobres y abandonados; con la comunidad parroquial y en la sociedad. El Adviento es un tiempo para escuchar a Dios y descubrirlo que camina con nosotros. María, la Inmaculada Concepción, nos hace a Dios cercano y nos acompaña hacia al encuentro con Él. Abrámosle generosamente las puertas de nuestro corazón, de nuestras familias y de nuestra comunidad. Que así sea.

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 23-12-07 Homilía Ministerios - Aniversarios - Bendición, en formato de Word.


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