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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía de la ordenación diaconal de Leonardo Ramírez y Jesús Israel Luna Sosa

Salutación al inicio de la celebración

Estimados Leonardo Ramírez y Jesús Israel Luna Sosa que hoy reciben el Orden diaconal en esta Parroquia Catedral Nuestra Señora del Rosario, los saludo con alegría y los invito a dar gracias por el don de sus vidas y vocación. Por esté sí dado con amor, generosidad, alegría, confianza y libertad de seguir las huellas de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

Saludo al R.P.  Juan Carlos Quintero Martínez y miembros de la Congregación Legionarios de Cristo, que están presente; de igual modo al P. Elio Nino Alfaro –Rector del Seminario Redemptoris Mater- sacerdotes y familia neocatecumenal.

A familiares y amigos de los ordenandos, a los que por las diversas plataformas y redes sociales siguen esta celebración en el territorio nacional y extranjero.

Saludamos y felicitamos a los padres de Jesús y hermanos que están desde Nicaragua siguiendo esta transmisión. Iniciaste tu camino en Managua A las comunidades de Jujuy, Catamarca donde has tenido la misión itinerante. Es el tercero de cinco hermanos, dos son religiosas clarisas. Tu cumpleaños coincide con la fundación de Corrientes, donde la providencia te trajo. Con coraje, creatividad y valentía has asumido tu ser misionero para ingeniártelas y justificar tus idas y venidas. En este tiempo hubo pérdidas significativas (abuela- tíos) que no has podido acompañar presencialmente. Los presentamos en el altar.

Leonardo es Correntino, bautizado en la Parroquia Santa Teresita. Son 6 hermanos, 10 sobrinos, su familia es muy importante en el apoyo vocacional que le realizó. Participó de grupos parroquiales de Monaguillos en la Parroquia Santa Catalina de Alejandría del Barrio Dr. Montaña. En el 2009 ingresó al noviciado de los Legionarios de Cristo, 2011 vivió en Brasil, estudió en México y Roma. En Monterrey-México- realizó prácticas pastorales, en el 2009 cursa teología en Roma, 2022 es trasladado a Quito –Ecuador- para realizar la síntesis vocacional.

Sean todos bienvenidos. Los Invito a unirnos en oración para que estos jóvenes ordenandos perseveren en su vocación y tengan un fiel, fecundo y feliz ministerio. Somos testigos de una de las notas de la Iglesia: su catolicidad, en el sentido más profundo de la expresión.

Homilía

En el evangelio de este domingo –que celebramos la Jornada del Buen Pastor-  contemplamos al Pastor que da la vida libre y amorosamente por sus ovejas, que busca reunirlas a todas y que llama a los que él quiere para compartirles su pastoreo. Desde los inicios del cristianismo el “buen pastor” es la imagen de Jesús de Nazaret, que en pinturas se encuentran en las catacumbas, cuya característica común es llevar un cordero sobre los hombros.

Pastorear es cuidar, conocer, cuidarse, hacerse cargo, amar, proteger, acompañar, estar, arriesgar, dar la vida. Esta concepción de buen pastor (a diferencia del asalariado) recoge el carácter salvífico- liberador de la primera lectura y el amor incondicional paterno-materno de la segunda lectura. Jesús continúa hoy comprometiendo la misión de la Iglesia, que ha de saberse siempre próxima y celosa de la vida de sus fieles. 

Un muy bonito detalle del Evangelio según san Juan es que cuando Jesús utiliza las expresiones “vida” o “vida eterna” hace referencia a una posesión actual, presente y que se ha de acrecentar día a día, poniendo en tensión hacia un futuro que será pleno. El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor y a la entrega. Para el autor sagrado la vida es el don de la comunión con Dios que ha de acrecentarse diariamente. En esto radica el don de la vocación, en vivir este misterio de amor que Dios revela al corazón de quien se pone a su escucha y se dispone a cargar.

Toda vocación es única e irrepetible –nuestras vidas son testimonio de eso- , no es por mérito sino por gracia de Dios. Agradecemos el llamado para ser colaboradores cercanos a la obra de la salvación. Damos gracias al Señor por la vida, el nacimiento, desarrollo, formación, acompañamiento en la vocación. Agradecemos a Dios, a los familiares, formadores, comunidades que con amor los han acompañado en el discernimiento y fortalecimiento del llamado.

Cómo ministros ordenados tendrán un triple oficio de diaconía para cargar sobre los hombros y en el corazón: en la Palabra, en la Eucaristía y en la Caridad. En momentos cuando se haga entrega del Libro de los Evangelios dice la oración: “Recibe el Evangelio de Cristo del cual eres heraldo; cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas”. El buen mensajero se deja guiar y conducir por la Palabra para configurarse con ella. Tres verbos transversales para la vida: creer, enseñar y practicar.

Son colaboradores del obispo y del sacerdote. Tener la Eucarístia como centro de la vida, de la jornada. Ella es una escuela de vida que enseña a ser don total a los hermanos.

El ministerio de la caridad está en el origen de la institución de la diaconía. Llevar e compromiso a la atención del pobre y del necesitado, capaz de llevar a la entrega en bien del prójimo.

Todos estamos llamados a ser discípulos misioneros, a narrar con pasión la vida de Jesús y transmitir este mensaje a un mundo sediento de Dios. Se me viene la imagen del Reino de Dios como una gran mesa a la que tenemos que servir. El Espíritu Santo es el inspirador que sopla este movimiento que lo va haciendo difusivo desde la palabra, que se prolonga en la mesa de la Eucaristía y se extiende y expande en la mesa de la caridad para que nadie quede fuera ni excluido.

Santifícanos Señor con tu bendición, haznos dóciles a tu llamada y generosos en la respuesta. 


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