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Itati, Agosto 17 de 2025
Hoy nos encontramos congregados a los pies de Nuestra Tiernísima Madre de Itatí, en el marco del XVIII Encuentro Regional NEA de Diáconos con sus esposas que están celebrando su Jubileo. ¡Sean todos bienvenidos a la Casa de la Virgen! Ustedes son testigos de la esperanza a través de su ministerio evangelizando y sirviendo a quienes la Iglesia les confía. El lema que nos ha convocado en esta ocasión es: «Familia diaconal, peregrinos de esperanza»; dicha opción de vida pone el acento en la fortaleza que necesitamos para ser coherentes con la decisión de seguir el camino e identificarnos con Jesús.
El profeta Jeremías –símbolo de contradicción en la sociedad a la cual Dios le envía a hablar en su nombre- como también lo expresa el Evangelio, nos indican que la fe es exigente y que nos coloca ante paradojas, elecciones que nos van a requerir posturas concretas, claras y firmes. Hay situaciones que resultan muy incómodas, que hay que meter el dedo en la llaga ante las injusticias de todo tipo e índole, ante el permisivismo moral, la defensa de la vida, el cuidado de la casa común, etc.: si no lo hacemos nosotros «gritarán las piedras» (Lc 19,40).
El diácono enriquece a la Iglesia al añadir su ministerio profético enfocado en el anuncio y la evangelización integral. Están llamados a ser custodios del servicio a la Palabra, a los pobres y al altar, ofreciendo un testimonio de esperanza a través de su vocación y las acciones que acompañan la dedicación de su Ministerio a la Iglesia. Dicha coherencia de vida, provoca la división por la opción asumida como nos presenta la liturgia este domingo. El conflicto es inevitable, se presenta en el propio interior de la personas, luego se va difundiendo desde los más cercanos a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad. Como nos dice el documento Gaudate et Exsultate: «no se puede esperar para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra» (91). Nuestro compromiso y acción hacen que la Buena Noticia se haga realidad viva y operante.
El «servicio a las mesas» (Hch 6,2) está asociado particularmente al cuidado de los pobres, los huérfanos y las viudas reflejando la caridad de la Iglesia con los necesitados (Cf. 1 Tim 5,3-16). Su función es identificar a los sufrientes, marginados, excluidos, abandonados y ofrecerles asistencia junto a confortadoras acciones y palabras portadoras de esperanza que se expresan de diversos modos y maneras: en el Ministerio de la Palabra como la predicación, catequesis, evangelización; en el servicio litúrgico como la asistencia en celebraciones, administración de bautismos, bendición de matrimonios, en el acompañamiento en exequias, etc.; en el testimonio personal en su vida de oración, el compromiso familiar, integridad de su vidas que demuestran ser verdaderos por la honestidad, transparencia en sus acciones e inspirando confianza a los demás.
En una sociedad marcada por el individualismo, la indiferencia, las desigualdades, injusticias, pobreza, marginación, etc. los cristianos estamos llamados a ser y ofrecer signos de esperanza. Esto implica proclamar la fe en Cristo muerto y resucitado, anunciar la Buena Nueva de la Salvación, la Vida Eterna que nos ofrece y regala el Padre, la solidaridad que surge desde nuestro ser hermanos. Aceptar el fuego que trae consigo la presencia de Dios significa que nos tenemos que jugar a fondo por el «Reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33).
Los obispos del NEA queremos hacerles llegar un profundo agradecimiento por el valioso servicio que ofrecen a nuestras iglesias particulares y en cada comunidad donde ofrecen su servicio generoso. Es una muy buena oportunidad para reconocer con gratitud la entrega fecunda con la que viven su ministerio, sirviendo con amor y dedicación a la Iglesia y a la sociedad. Les agradecemos también a las esposas y sus familias, quienes con su apoyo constante y compromiso silencioso son parte fundamental de esta misión.
Hermoso ejemplo nos inspira el santo patrono –san Lorenzo: diácono y mártir-, recordado por su amor y ofrenda de su vida a los más pobres. Su testimonio vivo de fe y de caridad nos anima y remite al fuego (ruaj) vivo del Espíritu que desea que esté ardiendo, que sea fuerza (dinamis) que impulse a seguir caminando con alegría contagiosa, ofrecimiento generoso y esperanza cierta expresando la compasión y ternura de Dios especialmente con los sufrientes, rotos y necesitados del mundo de hoy.
Imploramos por intercesión de la Pura y limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, que derrame nuestro Padre del cielo abundantes y copiosas bendiciones sobre ustedes y sus familias, que los sostenga en su misión de ser “servidores del Señor”. Que nuestros ojos estén siempre fijos en Él, el que “corre delante de nosotros” que superó todas las dificultades y triunfa junto al Padre.
Mons. José Adolfo Larregain