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Día de la Vida Consagrada
Queridos hermanos, hoy la Iglesia nos reúne para celebrar con gran alegría tres motivos: por un lado, la dedicación de este altar en nuestra parroquia Virgen del Valle; por otro, la Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, aurora de la salvación, porque en ella comienza a brillar la luz de Cristo; y por último, el día de la vida consagrada en la Argentina, dando gracias a Dios por cada uno de ellos, por sus vocaciones, entrega y servicio. Estos acontecimientos se iluminan mutuamente: María es el verdadero “altar vivo” en el que la Palabra se hizo carne, y este altar que hoy dedicamos será signo visible y sacramental de Cristo mismo, “piedra angular” y “pan de vida”.
San Mateo nos recuerda que el nacimiento de Jesús acontece en el corazón de la historia humana: María, José, las dudas, los miedos y finalmente la certeza de que el niño concebido en María viene del Espíritu Santo. Todo desemboca en el anuncio central: “El Emmanuel, Dios con nosotros”. El Hijo de Dios se hace carne en el seno de María, y desde entonces nunca más se separa de su pueblo. En María nace la cercanía definitiva de Dios.
En esta fiesta contemplamos a María como aquella que ofreció su vida entera para que el Verbo habitara en medio de nosotros. Ella es como un altar vivo, un espacio sagrado donde la humanidad y la divinidad se encontraron en plenitud. San Ireneo decía que en María la creación entera comenzó a recapitularse en Cristo. Ella es modelo de lo que hoy queremos celebrar con este altar: un lugar santo, consagrado para el encuentro con Dios.
El altar no es simplemente una mesa de piedra o de madera: es Cristo mismo, presente en medio de su pueblo. Sobre él se actualiza el sacrificio eucarístico, se parte el Pan de vida, se alimenta la esperanza. Por eso, la dedicación del altar es una fiesta para toda la comunidad parroquial: a partir de hoy, cada vez que celebremos aquí, recordaremos que este altar es símbolo manifiesto de Cristo, y que nosotros, como piedras vivas (cf. 1 Pe 2,5), estamos llamados a ser templos espirituales.
Queridos hermanos y hermanas consagrados: hoy ustedes son un testimonio vivo de este misterio. Su vida, entregada totalmente a Dios en los consejos evangélicos, es un altar espiritual donde se ofrece cada día la alabanza y el servicio. El Papa Francisco nos dice que la vida consagrada está llamada a ser “profecía” en la Iglesia: un recordatorio constante de que Dios merece ser amado sobre todas las cosas.
Así como María fue toda de Dios, y este altar es todo para Cristo, también la vida consagrada nos muestra que la plenitud del corazón humano está en el don total de sí mismo. La vida consagrada nos muestra que ese “sí” se puede vivir cada día como ofrenda y testimonio.
Queridos hermanos: así como María acogió la Palabra, también nosotros hemos de acoger a Cristo en nuestra vida cotidiana. Así como María fue “casa y altar” para el Hijo de Dios, también nuestra parroquia está llamada a ser casa abierta, mesa compartida, altar de comunión y esperanza para todos, especialmente para los más pobres. Cada vez que celebremos aquí, recordemos que no venimos como espectadores, sino como hijos que se acercan a la mesa del Padre.
Hoy damos gracias porque el Señor ha querido quedarse con nosotros en este altar, en esta parroquia Virgen del Valle, bajo el amparo maternal de María. Que cada Eucaristía celebrada aquí nos recuerde la promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
Que María, cuya natividad hoy festejamos, nos enseñe a ser como ella: altar vivo donde Cristo pueda nacer y quedarse para siempre.
FOTOS: Radio San Cayetano
NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como Homilia Dedicación del altar Virgen del Valle en formato de Word.