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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la fiesta de San Pedro y San Pablo

Jubileo sacerdotal del P. Antonio Ocaña sj – Corrientes, 29 de junio de 2021

Nos hemos reunido esta tarde para celebrar la Eucaristía y en ella tener presente varios acontecimientos que nos alegran y que deseamos agradecer a Dios. Hoy toda la Iglesia conmemora la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, motivo por el cual es también el Día del Papa, ocasión para expresar nuestro amor filial y fraterno al papa Francisco; también hoy se cumple el primer aniversario de ordenación episcopal de Mons. José Adolfo, a quien nos unimos para dar gracias a Dios por su vida y ministerio entre nosotros.

En un contexto tan generoso de memorias, tenemos nada menos que el jubileo sacerdotal de nuestro querido Padre Antonio Ocaña sj., quien hoy, hace exactamente cincuenta años, celebró su primera misa y el día anterior su ordenación sacerdotal. La Eucaristía que nos congrega, nos da el marco providencial para agradecer la presencia fraterna y sacerdotal del Padre Antonio en nuestra comunidad, la que también está de fiesta por estar confiada a la protección de San Pablo como su patrono.

San Agustín, en uno de sus sermones, decía que “El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo (…) Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto y, con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella”. Ese es también el espíritu jubilar del P. Antonio, toda una vida dedicada con un solo interés: que Jesús sea más conocido, más amado y más seguido en la vida cotidiana de aquellos que a lo largo de su vida le fueron confiados. Y a nosotros, que hoy participamos gozosos de estos aniversarios, nos sirvan para que redescubramos la belleza y la alegría de ser cristianos.

Pedro, con su fe humilde y firme; Pablo, con su corazón amplio y universal están hoy junto a nosotros para animarnos a ser testigos valientes de Jesús y de su Evangelio, insertos en la comunidad, pero jamás encerrados en ella, sino abiertos y saliendo al encuentro con aquellos que se han alejado o que no conocen a Jesús o que tal vez solo han oído hablar de Él. Ofrecerles a todos una comunidad de puertas abiertas, con hermanos y hermanas que saben mirar a los ojos y escuchar, que tienen tiempo para el que camina más lento, y un corazón sensible hacia aquellos que sufren, están solos y son despreciados por los demás. Es hermosa la vida cuando se desgasta en el servicio a los otros, porque solo así tiene sentido que esa vida sea recordada, celebrada y destacada como luz que ilumina el camino.

Las tres lecturas que hemos proclamado nos ofrecen la clave para descubrir cuál es el secreto de la felicidad. En la primera, los apóstoles Pedro y Juan actúan con la confianza puesta en el poder de Jesús y no en la de ellos, el centro de sus vidas es Él. Por eso el que no podía caminar, una vez curado, salta de gozo y alaba a Dios, creyó en Jesús y esa fue su felicidad. En la segunda lectura, San Pablo confiesa que su vida cambió totalmente cuando se encontró con Jesús vivo y resucitado y enseguida fue a visitar a Pedro, porque encontrarse con Jesús siempre lleva a integrarse a la comunidad. Y en el Evangelio escuchamos el conmovedor diálogo de Jesús resucitado con Simón Pedro. La clave está en el amor, solo el amor hace posible el verdadero servicio a los demás: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Y el precio del camino feliz que Jesús propone es dar la vida, una felicidad que nadie podrá quitar jamás. El P. Antonio nos podría dar un hermoso testimonio de lo que estamos diciendo. Por eso, al final de la misa vamos a tener el privilegio de escucharlo.

Para finalizar, los invito a rezar por el papa Francisco como también él lo pide con insistencia, para que el Espíritu Santo lo ilumine y consuele en su ministerio universal. Le agradecemos su ministerio claro y valiente, y deseamos que Dios lo conserve por mucho tiempo más como Pastor universal de la Iglesia. Pidamos también por nuestro pueblo argentino y por sus gobernantes, para que nos decidamos a transitar caminos de diálogo y de encuentro, y así los más pobres y excluidos encuentren mentes ocupadas y manos tendidas hacia ellos y no enredadas en mezquinos intereses, provocados por los constantes enfrentamientos y mutuas descalificaciones. Y sigamos orando por los enfermos de Covid, por sus familiares y por aquellos que se esfuerzan por encima de sus fuerzas para acompañarlos y curarlos.

Finalmente, roguemos por Mons. José Adolfo, por el P. Antonio y por nosotros mismos para que, por la intercesión de San Pablo, patrono de nuestra comunidad, descubramos cada vez más que Dios nos ama inmensamente y desea que también nosotros lo amemos a través de gestos sencillos y diarios de servicio al prójimo, y seamos audaces y valientes en anunciarlo también con la palabra siempre y en todas partes.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes