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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la Ordenación Sacerdotal del diácono Jesús Israel Luna Soza

Corrientes, 30 de noviembre de 2024

Nos hemos congregado alrededor del Altar del Señor para celebrar la Eucaristía y en este contexto administrar el sacramento del Orden Sagrado en el grado de Presbítero a nuestro querido diácono Jesús Israel Luna Soza. Su vida cristiana fue madurando en la comunidad del Camino, y también en ese contexto fue descubriendo y discerniendo su llamado al ministerio sacerdotal.  

La comunidad cristiana es el lugar donde el Señor llama a la vida de fe y de servicio. Y es luego en la comunidad donde ese bautizado va madurando su vida de fe y descubriendo su lugar y modalidad de ponerse al servicio de la misma. La comunidad del Camino fue el “ángel de la anunciación” que el Señor utilizó como instrumento para que nuestro candidato al ministerio sacerdotal llegara a este momento y se disponga, como María de Nazaret, a lo que Dios quiera de él.

Veamos qué nos dice San Pablo (cf. 1Tim 3,1-7; Tit 1,6-9) respecto de las notas, que deben distinguir a un presbítero y que la comunidad del Camino fue examinando durante estos años, para ver si nuestro candidato posee las condiciones necesarias que exige el desempeño del oficio de presbítero. El Apóstol le escribe a Timoteo y luego a Tito, diciendo que el que es llamado a servir en ese ministerio debe ser una persona digna en su porte externo, con buena reputación ante los no creyentes, tiene que ser amigo del bien, justo, piadoso, no inexperto, prudente, hospitalario, no dado al vino, no violento, no arrogante, no litigioso, no avaro, sobrio, irreprensible, capaz de instruir y de bien gobernar su propia casa, aptitud para la enseñanza. Todo lo cual incluye la posesión de virtudes para ejercer la autoridad: sobriedad, prudencia, pureza de costumbres.

Ahora bien, luego de escuchar las notas que deben distinguir a un presbítero, creo que ninguno de los que estamos aquí aprobaríamos el examen. Tampoco los primeros discípulos que fueron convocados por Jesús, como lo acabamos de escuchar en el Evangelio (cf. Mt 4,18-22), reunían esas cualidades, es más, conocemos sus debilidades aún luego de haber transitado un buen tiempo con Jesús. Sin embargo, todos, menos uno, fueron haciendo un profundo proceso de conversión y acabaron por entregarse totalmente al seguimiento de su Maestro. Así lo expresó luego el Apóstol Pablo a los Romanos: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado” (Rm 10,9). El mismo Apóstol le escribe a la comunidad de Corinto dándoles ánimo ante las exigencias del Evangelio, porque: “por la misericordia de Dios hemos recibido este ministerio, no nos desanimamos” (2Cor 4,1). Por eso, es muy bello y profundo el lema que eligió nuestro querido candidato a ser ordenado presbítero: “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero. Dijo Jesús: apacienta mis ovejas” (Jn 21,17). La confianza total en Jesús y en su misericordia, convierte al discípulo en un instrumento, siempre inadecuado, para guiar y acompañar a la comunidad de creyentes.

Por eso, querido diácono Jesús Israel, ahora que serás ordenado presbítero, vas a cumplir con el ministerio de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Anuncia a todos los hombres la palabra de Dios que tú mismo has recibido con alegría. Medita la ley del Señor, cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas. Que tu doctrina sea un alimento sustancioso para el pueblo de Dios; que la fragancia espiritual de tu vida sea motivo de alegría para todos los cristianos, a fin de que con la palabra y el ejemplo construyas ese edificio viviente que es la Iglesia de Dios.

Que nadie se aparte de vos sin haber experimentado que Jesús lo ama y que su misericordia no tiene límites. Que tu ministerio se alimente a los pies del Maestro, como fiel discípulo y misionero suyo, en la oración, en la celebración de la Eucaristía, de la Reconciliación y de los demás sacramentos. Que el Espíritu Santo haga de tu vida “pan entregado” y “sangre derramada” para la unidad y comunión de los hermanos y hermanas, que la Iglesia desea confiar a tu ministerio sacerdotal, el día en que celebra al Apóstol Andrés, quien dio su vida en el seguimiento de su Maestro.

María de Itatí, Madre de los Sacerdotes, sea tu consuelo y te acompañe siempre. Amén.

 

 

NOTA:A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 24-11-30 Homilía Ordenación Sacerdotal  Jesús Luna Soza en formato de Word.